Los niños autistas en la nueva escuela plural
- Anna Bars
- 7 abr 2019
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 may 2019
“Biblioteca, electricidad, biblioteca electricidad” repetía Marcos insistentemente, - ¿Qué haces aquí?, le preguntó Bea Berenguer, la tutora de 6ºB. - Ahora es la hora del patio, no deberías de estar aquí. - Ven Marcos, acércate, saluda a estas profesoras. Marcos, inmediatamente se escondió detrás de la puerta.
Marcos es uno de los niños autistas de la escuela pública de Les Arenes de Terrassa. Una de sus fijaciones es identificar los cuadros de luces de las diferentes aulas, por esa razón Marcos señalaba con el dedo el cuadro de luz que era idéntico al de la biblioteca.
El colegio de Les Arenas es uno de los centros de primaria de Terrassa que dispone de una unidad de soporte para la educación especial, el SIEI (Suport Intensiu per a l’Escolarització Inclusiva).

En los últimos años, catalogar a la escuela de inclusiva parece ser recurrente y muy reiterativo. El Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Cataluña aprobó el nuevo Decreto de la escuela inclusiva en 2017. Con este decreto se garantiza que la mayoría de los alumnos con necesidades educativas especiales estudien en centros ordinarios. Así pues, la idea de mejorar la calidad de la educación conlleva el reto de conseguir una escuela inclusiva que elimine los procesos de exclusión y segregación en la educación y que garantice una atención adecuada para todos los alumnos, como se constata en el artículo la igualdad de oportunidades en la escuela de la diversidad.
Este encuadre exige a la escuela y a su profesorado el desafío de atender a un alumnado muy diverso. Este hecho puede desembocar en un desconcierto e inquietud por encontrar fórmulas y respuestas adecuadas para conseguir el objetivo de una educación inclusiva. En esta diversidad de alumnado se encuentran los niños con Trastornos del Espectro Autista (TEA). Estos alumnos tienen graves dificultades en aspectos vitales que influyen en su calidad de vida, como la interacción social con otras personas, la comunicación de ideas y sentimientos, y la comprensión de estados mentales, es decir, la comprensión de lo que los demás sienten o piensan.
Marta Martí, profesora de 6ºA tiene en clase tres casos de autismo y confiesa que es difícil poder abarcar y atender a todos los niños con diferentes necesidades dentro del aula. Por esa razón, se dispone del aula de SIEI, en la que los niños con TEA van unas horas durante el día y allí reciben una atención mucho más personalizada. Anna María Nogués, psicopedagoga del colegio y especialista en niños con autismo, afirma que, para una inclusión real, las psicopedagogas, deberían estar en el aula-clase. De esta manera, los niños con TEA podrían compartir con sus compañeros todas las actividades adaptadas a sus capacidades sin necesidad de llevarlos a otra aula. La psicopedagoga remarca que es imposible llevar a cabo este proyecto de inclusión en el aula debido a que los alumnos son de cursos y niveles diferentes y no hay suficientes terapeutas para asumir este logro.

Para asistir al alumnado con TEA es necesaria una cobertura educativa real y esta consiste en mejorar áreas que se consideran primordiales en su desarrollo, como la enseñanza de emociones y creencias, y aspectos comunicativos para que pueden desarrollar en cierta medida una capacidad de interactuar. Aun así, según relata Anna, “Tenemos casos en los que podríamos decir que la escuela inclusiva ha fracasado”. Es el caso de María, una niña con un profundo grado de autismo que empezó en el colegio de Les Arenes en P5 y ahora que está en 6º de primaria, su mejora y evolución ha sido mínima durante estos seis cursos. Así pues, en este caso, la opción que tanto profesores como padres contemplan es llevarla el próximo curso escolar a un centro especial. Pero, por otro lado, hay otros casos que sí que se ha visto de forma evidente una mejora en el desarrollo emocional y vital de estos niños con autismo.

Pero más allá de los aspectos técnicos, materiales y de recursos humanos que se podrían considerar insuficientes,los ojos inocentes y sin prejuicio de los niños pueden conseguir una escuela igual para todos. Ya que, como indica Anna, la colaboración, la integración, la comprensión de unos hacia otros es abrumadora. Según relata Bea, “La educación inclusiva llega a ayudar más a aquellas personas sin ninguna discapacidad que a quienes la sufren”.
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